Kiku Poch, como hijo de pintores (Poch Romeu, famoso paisajista, y Josefina Ripoll, pintora de bodegones) creció en un ambiente artístico. A muy temprana edad aprendió a desenvolverse en el dibujo, la perspectiva, la acuarela, el aerógrafo, los acrílicos y demás técnicas.
Más tarde, Kiku entró a formar parte de una prestigiosa agencia de publicidad de Barcelona, donde estuvo por un periodo de ocho años como diseñador gráfico y donde ganó varios premios de diseño.
En 1993, cuando la agencia cerró por la crisis general del momento, Kiku empieza a trabajar con óleo, según él, el medio más “noble” en pintura. Desde entonces ya nunca ha dejado de experimentar con esta técnica.
En seguida empezó su carrera profesional, en gran parte gracias al marchante de arte Joan Balari, que creyó en la obra de Kiku desde el principio. Kiku se considera un pintor autodidacta, que siempre intentó asimilar el conocimiento que le proporcionaba el estar en una familia de pintores.
En la pintura de Kiku Poch, que se confiesa admirador de los grandes paisajistas catalanes de principios del siglo XX, se puede apreciar un gran nivel técnico. Se trata de una obra unida por un mismo hilo conductor, que es la expresividad y el sentimiento, que hunde sus raíces en la más potente tradición de los grandes maestros y que conecta perfectamente con las tendencias más actuales.
Para él, todos los elementos de un cuadro –dibujo, composición, color, textura y en especial la luz- son de gran importancia.
Actualmente Kiku alterna su trabajo entre Menorca, Mallorca, la Provence, la Costa Brava, la Riviera y la Toscana italianas y las islas griegas. Siempre cerca del mar, su gran pasión y su fuente de inspiración.